Las buenas prácticas son pequeños cambios en nuestras actividades cotidianas destinados a reducir el impacto ambiental negativo que producen. Son cambios muy simples y no suponen un gasto de dinero importante, sin embargo, su rentabilidad ambiental es muy elevada; si todas las personas siguieran estas directrices, el impacto de la actividad humana sobre el planeta sería mucho menor.
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